La enfermedad del hambre

Palmarí H. de Lucena | 28/01/2024

“El primer derecho humano es no pasar hambre”. Esta fue la única frase pronunciada por Josué de Castro cuando un acceso de tos le impidió hacer su discurso en la ceremonia de entrega del premio otorgado por el Consejo Mundial de la Paz en 1954. Incluso en las décadas de 1950 y 1960, ya denunciaba el problema del hambre, que, desafortunadamente, sigue siendo relevante hoy en día, no por falta de alimentos, ya que estos existen.

Desde entonces, ha habido mucho progreso. Un ejemplo del dinamismo de la agricultura brasileña son los buenos resultados del agronegocio en 2023, con un superávit acumulado de 148.580 millones de dólares, un crecimiento del 4,9% respecto al año anterior. Las exportaciones del sector sumaron 165.050 millones de dólares y las importaciones, 16.470 millones de dólares. Sin embargo, hemos retrocedido aún más en la lucha contra el hambre en Brasil, agravado por la inercia del gobierno anterior para abordar de manera eficiente y equitativa los efectos sociales de la pandemia de Covid-19.

Según el informe de la FAO, publicado en julio de 2023, 70,3 millones de brasileños vivían en condiciones de inseguridad alimentaria moderada en el año 2022, es decir, enfrentaban dificultades para alimentarse adecuadamente. El informe también revela que 21,1 millones de brasileños estaban en estado de inseguridad alimentaria grave, es decir, enfrentaban el hambre.

Las personas en situación de alta vulnerabilidad social viven constantemente en un estado de ansiedad y pánico. Todo conspira contra su supervivencia y dignidad. Muchas veces, incluso cuando son atendidas por profesionales de la salud, no tienen dinero para comprar medicamentos. No pueden recibir donaciones de alimentos porque no tienen una dirección fija, ni siquiera pueden cocinar, ya que no tienen acceso a una bombona de gas. En fin, todas las situaciones parecen conspirar para mantenerlas atrapadas en las garras del hambre.

La implementación del nuevo Bolsa Família y sus nuevos beneficios para niños, mujeres embarazadas y adolescentes menores de 18 años ha permitido sacar a 43,5 millones de personas de la línea de pobreza en 2023. Esto significa que tienen un ingreso per cápita garantizado por encima de R$ 218, una de las muchas acciones que estamos llevando a cabo para reducir la pobreza y sacar al país nuevamente del mapa del hambre.

Es preocupante ver que Brasil vuelve a figurar en el escenario del Mapa del Hambre de la ONU después de importantes avances en la década anterior. Creo que las estrategias de seguridad alimentaria implementadas anteriormente dieron resultados positivos, y es lamentable ver que la situación se ha revertido en los últimos años, especialmente durante la pandemia de Covid-19. Es fundamental que se logren las metas del Plan Brasil sin Hambre para abordar este problema.

Fue a partir de dos libros de Josué de Castro, “Geografía del Hambre” (1946) y “Geopolítica del Hambre” (1951), que el tema del hambre cobró relevancia a nivel nacional e internacional. El razonamiento que él consolidó en Brasil, a partir de su obra de 1946, se expandió al mundo: la causa del hambre no se debía a caprichos de la naturaleza, sino a los caprichos de la política. Una frase del pensador brasileño, “[…] la mitad de la población no come, y la otra no duerme, con miedo de la que no come […],” plantea el dilema que aún vivimos en Brasil y en el mundo.

Se requiere un compromiso constante por parte del gobierno, la sociedad civil y todos los sectores sociales para garantizar que la seguridad alimentaria sea una prioridad continua. Es fundamental trabajar conjuntamente para identificar y abordar las causas subyacentes del hambre, incluyendo la desigualdad social, la falta de acceso a recursos y oportunidades, y la mala distribución de ingresos.

Traducido por Roberto Sávio para el Blog IFZ